martes, 29 de octubre de 2013

POR: FLAVIO MACHICADO SARAVIA MIEMBRO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA BOLIVIANA DE CIENCIAS ECONÓMICAS. FLAVIOMACHICADO@HOTMAIL. | 27/10/2013 | ED. IMP.
Nuestro continente, se ha caracterizado por un relacionamiento con los mercados externos, donde los “términos de intercambio” (relación entre los precios de nuestras materias primas y los bienes manufacturados o con mayor valor agregado) casi siempre fueron desfavorables, con excepción de los últimos años en el que este proceso ha sido diametralmente opuesto, alcanzando niveles francamente exorbitantes, 

De esta manera los precios de las materias primas se han multiplicado en varias veces, lo que ha permitido, en el caso boliviano, reactivar la producción de parte de nuestros recursos naturales no renovables, ya que se ha podido cubrir elevados costos de producción y/o de transporte. En el caso de otros países más avanzados, se ha traducido en la captación de recursos frescos y de riesgo, como es el caso de Chile, Perú y Colombia, para mencionar a los que están más cerca. Obviamente, donde existe un mayor estado de derecho y tratamiento adecuado a la inversión extranjera directa (IED), que nos hacen tanta falta. Obviamente, este fenómeno coyuntural no quita el hecho de que persista un relacionamiento dependiente entre el Centro (mercados externos) y la Periferia (nosotros), lo que debilita las posibilidades de un modelo de desarrollo “hacia dentro”, ya que la tónica principal que nos conduce este hecho, está en participar en los mercados internacionales, donde no tenemos la productividad necesaria para desarrollar una modesta competencia. 

Ni qué decir de Bolivia, donde se habla de las excelencias de un modelo, gracias a los buenos precios internacionales, la remesas provenientes del exterior y de la expansión del narcotráfico, cuyos tentáculos ya se manifiestan peligrosamente no solo por la inseguridad ciudadana que genera este tipo de actividades, sino porque pone a la institucionalidad del Estado en un papel muy vulnerable, ya que no estamos lo suficientemente preparados para combatirlo.

Tomando las cifras oficiales relativas al crecimiento de la economía, el promedio entre el 2005 y 2013, fue de 4,4 por ciento en promedio año, no por falta de recursos disponibles, sino por la reducida capacidad de gestión, especialmente en el sector público y por la pasividad del sector privado que básicamente quiere arriesgar los recursos del Estado, sea por la inseguridad jurídica o por su tendencia centrífuga. Durante la década de los 60, pese a los cambios políticos que hubieron, incluyendo la presencia de la guerrilla a la cabeza del “Che” Guevara, la economía creció en promedio en un 5.5 por ciento al año, con una alta productividad en el uso de la inversión disponible.

En el informe relativo a los avances de la economía de 2013, preparado por la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL), en su parte introductora sostiene que “Los países de América Latina enfrentan un escenario económico complejo debido al debilitamiento del crecimiento y a la incertidumbre prevaleciente en la economía internacional. Si bien los fundamentos macroeconómicos de la región para enfrentar posibles caídas de la demanda agregada en el corto plazo son sólidos, el escenario de mediano plazo es menos favorable que en la última década. Debido al menor dinamismo de la demanda externa y a la volatilidad en el precio de las materias primas, de las cuales los países latinoamericanos siguen dependiendo en exceso, las debilidades estructurales impedirían alcanzar un crecimiento económico mayor y más incluyente durante los próximos años”. Para añadir seguidamente: “Para afrontar estos retos y afianzar el progreso reciente, en especial en reducción de la pobreza y las desigualdades, se requiere impulsar un cambio estructural que favorezca la diversificación de la economía, incremente la productividad y reduzca las brechas productivas y tecnológicas. Es aconsejable que, para lograr estos objetivos, los gobiernos de la región redoblen sus esfuerzos en el diseño e implementación de más y mejores políticas de desarrollo productivo, innovación, financiamiento y educación”.

 “Las proyecciones más recientes indican que el PIB regional crecerá 3.2 por ciento en 2012 y del 4.0 por ciento en 2013, lo que significa una desaceleración, al tiempo que se proyecta una caída de la inflación. En el corto plazo, este escenario supone un desempeño aceptable en comparación a la situación mundial y la continuidad de la estabilidad económica regional. El escenario global de base para 2012 y 2013 se caracteriza por una lenta expansión de la economía mundial, debido a los problemas fiscales, la fragilidad financiera y los altos niveles de desempleo en la zona euro”. Está demás señalar que países como Bolivia, por sí solos, con bajos niveles de ahorro interno y con problemas estructurales serios, no podrían encarar con éxito los retos indicados, por lo que la integración económica hubiera jugado un papel importante. Lamentablemente, todos los procesos integracionistas en nuestra región están en el juego político, con excepción de la integración del Pacífico, que está ubicado en el terreno económico con buenas perspectivas en su desarrollo.

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